La diferencia entre querer algo y estar lista para recibirlo.

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Si bien un embarazo es usualmente motivo de alegría, el mio fue precedido de muchos alti bajos desde que me detectaron una patología en una de mis trompas de Falopio que no solo impedía el quedar embarazada, sino que creaba un potencial problema: el alto riesgo de un embarazo ectópico (en mi caso, en esa trompa), en caso de que ocurriese.

Con ese diagnóstico y sumado a mi edad, según los médicos, la mejor - y casi única opción- para mí era la reproducción asistida (in vitro o intra uterina), con todo el impacto físico y emocional que esto coloca en el cuerpo de la mujer.

 

Ni hablar del financiero :(

2 años después, no solo experimenté el milagro de haber concebido de manera natural, sino también el milagro de la transformación.

De soltar, como quien muda una vieja piel, esa versión de mí que tenía miedos, dudas y resistencias sobre la maternidad.

Esa versión de mí que me había acompañado hasta aquí, pero que tenía que morir para darle vida a la mujer que creía que podía dar vida, sin dejar de vivir la suya, si estaba en su currículum de vida.

​​

¿Te confieso algo muy personal?


A diferencia de otras mujeres, yo nunca soñé con tener hijos.

Porque una maternidad desde la plenitud y no desde el sacrificio, así como una relación de amor romántico desde el compromiso y a la vez, la auto expresión de ambos, me parecían simplemente imposibles.


Y como no lo creía posible, dejé de soñar con eso.


Lo que no podía ver era que no solo evitaba todo el drama y la frustración que veía en esas relaciones, sino también que dejaba de vivir toda la alegría y satisfacción que solo se viven cuando nos atrevemos a abrirnos a la experiencia del amor en todos sus matices.

No digo que no se puede ser feliz sin pareja. No digo que no hay plenitud si no tienes hijos.


¡Nada más lejos de la verdad!


Lo que sí he llegado a entender es que hay niveles de consciencia, y con eso: nuevos niveles de felicidad a los que solo vas a acceder cuando tetransformas para llegar y actuar desde ese nuevo nivel de consciencia.

​Y mucho más cuando has hecho el compromiso de vivir tu vida en devoción a la Luz, al Amor, a Dios.

Porque sí: estás invitando a la Presencia a que guíe tus pasos y eso maravilloso. Es vivir en la realidad de los milagros, pero eso implica que también permitirás que tu vida, tus experiencias y tus bendiciones estén al servicio de los demás.

Y para eso, La Presencia necesita transformarte en su instrumento.

Y esa transformación, duele (perdón por el spoiler).


​Yo hice ese compromiso a principios del 2016, cuando emigré a los Estados Unidos y empecé mi camino espiritual en el Centro de Kabbalah. Recuerdo que en un simple acto de devoción y sinceridad, rendida completamente le pedí a Dios: 

"Llévame a donde pueda revelar más luz".


La Presencia me mantuvo en este lugar, aquí en Estados Unidos, abriendo puertas y oportunidades de formas inesperadas y mágicas.

Pero también me tenía que llevar a muchos lugares emocionales para poder hacer de mí la mujer que conoces ahora: cumpliendo mi sueño de expandirme a otros mundos viviendo en el extranjero, explotando mi potencial en mis dos carreras (soy contador antes de ser coach), sabiendo que hay un hombre que me ama y me elige cada día y convirtiéndonos juntos en padres.

Ya no le tengo miedo a las transformaciones. Ahora, ¡hasta me emocionan!


Porque yo no podía seguir siendo la misma mujer que decía que quería tener pareja, pero que se autosaboteaba todo el tiempo a la hora de tener citas, para poder ver y reconocer a Daniel, hoy día mi esposo en la gran piscina del online dating.



No podia seguir siendo la misma mujer que intentó quedar embarazada por más de 2 años sin éxito, que decía que quería ser mamá, pero que a nivel profundo seguía pensando en una maternidad llena de renuncias y sacrificios, para poder concebir de forma natural a mis 41 años y disfrutar de un embarazo saludable, contra todo pronóstico médico.


Por eso hoy, con un camino superado y si pudiera decirte una sola cosa, sería esa:

 

Que solo desde una nueva identidad es que puedes atraer, magnetizar casi que sin esfuerzo, ese objeto: cuerpazo, dinero, empleo, hijos, relación, lo que tú quieras, como manifestación tangible, como confirmación, como resultado natural de tu nuevo estado.



Esa es la diferencia entre querer algo y estar lista para recibirlo.

Esta ha sido la realización más grande que ha cambiado toda mi vida y es la esencia de mi trabajo como mentora de mujeres.​​

Ahora, me encantaría saber un poco más de ti.


¿Eres madre, quieres serlo o decidiste que ese no era tu currículum de vida?

 

Recuerda: no hay juicios aquí.



Con amor,

Liseth.

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